Que las mujeres han estado siempre apartadas de los puestos de relevancia no es algo desconocido. Es un hecho. Que muchas mujeres han conseguido encontrar su hueco, por su capacidad y relevancia, también lo es.
La historia de hoy es cómo, cuando algo se hace evidente, encuentra su hueco, por muy extravagante que sea. También, sirva esta historia para recordar a todas las mujeres que han luchado por un mundo mejor, luchando contra la injusticia de la desigualdad.
Ubiquémonos en el tiempo. Siglo XII, en torno al año 1100. El español era un idioma en ciernes, España estaba medio dominada por los musulmanes y Europa… Europa simplemente, sobrevivía. Se empezaban a fundar universidades, la religión y el estado feudal lo invadían todo y lo más maravilloso que se hablaba era de la hazaña de atravesar Europa para llegar a Tierra Santa y enrolarse en una cruzada.
Como digo en esa época lo importante era sobrevivir. Lo habitual era dar un 10% de los bienes al señor que te protegía (el recordado diezmo) y la vida humana valía lo que valía. En ese ambiente nació nuestra protagonista, en el seno de una familia de noble de bajo nivel de Alemania. Hildegarda (que era su nombre) era la décima hija del matrimonio, y como en esa época los hijos eran una posesión, y la décima parte era para la Iglesia, los padres decidieron que nuestra protagonista fuera dada al servicio de Dios como diezmo.
Con 8 años, fue a vivir con una familiar de los condes de Spannheim, que vivía junto a un monasterio y ésta se dedicó a instruirla. Hildegarda tenía visiones desde muy pequeña, aunque sólo su profesora (Jutta) lo sabía. Con 15 años ya ingresó como monja en ese monasterio y allí permaneció hasta que falleció ya muy mayor para la época.
Las visiones le acompañaron toda su vida. En esa época, tener visiones podía tener dos caminos: o te acercaban a la santidad o te convertían en bruja, dependiendo principalmente de quien fueras y qué podrías ofrecer. Sus visiones fueron analizadas por varios teólogos, a instancias incluso de Papa de la época y fueron consideraban visiones divinas. Hildegarda tenía mucho que aportar y se apresuró a escribir lo que tenía en mente.
Muchos de sus escritos fueron meramente religiosos, pero donde realmente fue reconocida fue en sus escritos sobre medicina. Entre 1151 y 1158 escribió su obra principal sobre medicina, llamada Libro sobre las propiedades naturales de las cosas creadas y que posteriormente fue divididos en 2 libros: “Physica” y “Problemas y Curaciones”. Nuestra personaje aprovechó su influencia para escribir estos libros, que son los únicos en los que no atribuyó su escritura a las revelaciones divinas: ese conocimiento era de ella, a base de años de estudio y análisis.
Esos escritos fueron considerados nada menos que los escritos más influyentes en cuanto a medicina en toda la Edad Media y fueron incluidos en la recopilación de 1533 (¡casi 400 años después!) de todo el saber médico de la época.
Para que nos hagamos una idea de lo que proponía, Hildegarda se aproximó a las teorías de circulación de la sangre, determinó causas de contagios, de auto-intoxicación por las condiciones ambientales y dispuso el cerebro como el centro nervioso del cuerpo en lugar del alma o el corazón. Incluso se atrevió a describir apasionadamente el orgasmo femenino, algo absolutamente inusual (incluso tabú) para la Edad Media más profunda.
En la segunda parte del libro, expone cómo utilizar plantas naturales en pequeñas cantidades para la solución de problemas de salud. Concepto muy en boga actualmente, que se conoce como homeopatía. Insiste en la moderación y templanza para alcanzar una buena salud y la felicidad. Además detalla cómo a través de las secreciones (estado de la sangre, la orina y los ojos) se puede obtener información muy útil para saber el verdadero estado de salud. Hoy es algo que todos tenemos muy asumido, pero en aquella época era todo un avance.
Aunque ella siempre se consideró como una mujer débil tanto físicamente como de espíritu, parece que se ha demostrado en investigaciones ya en el siglo XX que eso era más una estrategia para evitar que fuera considerada hereje y repudiada. Y la verdad, se demostró que era suficientemente inteligente como para ser tenida en cuenta como uno de los personajes más influyentes de la Edad Media.
Esa inteligencia, para asumir un rol inferior con el único fin de que prosperara su conocimiento es algo que me encanta de ella y que me parece un ejemplo a seguir. A veces nos perdemos solicitando notoriedad y esperándola para actuar. Gente como Hildegarda nos muestra que el camino es justo el contrario: lo importante es actuar, la notoriedad llegará después, incluso en las situaciones más complicadas.